La joven alzó su vista tímidamente por encima del doctor, que le daba la espalda y manoseaba algo húmedo afanosamente. Le dio una vuelta, le dio otra, apretó ligeramente una parte y un montón de pequeñas bolitas comenzaron a salir. El médico le mostró la rana con una sonrisa de oreja a oreja, estaba desovando, forzada por la mano del hombre. -¡Enhorabuena!, dijo, – Está usted embarazada…-
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