No es que se haya subido al caballo, es que no se ha bajado de él. No es que tenga la boca negra, es que las cigalas no dejan de ver el bosque. No es que haya cobrado sobresueldos, es que es el que más ha cobrado del toreo. Este señorito, que parece una estampa de “capataz de paso palio”, lleva siglos viviendo –y cobrando- de la cúspide. Un boato de sueldos, gratificaciones, dietas, donaciones y amaños que le hacen el político “mejor pagado de la democracia”.
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