Sentencias recientes han admitido algo impensable en otro tiempo: el factor humano, la vulnerabilidad del soldado frente a la institución de la que forma parte, su derecho a fallar. Estos fallos, unidos al debate sobre la nueva ley de derechos y deberes de los militares y a un concepto de misión de paz (y no de guerra) que incluye asistencia psicológica, por ejemplo, han dibujado ya una realidad castrense muy diferente.
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