El ansia de terminar la tarea contra las Farc –“terminar de matar la culebra”– y el entusiasmo que produjeron los buenos resultados militares en los primeros cuatro años reforzaron en Uribe la convicción mesiánica de que solo él podía comandar la fase final de la guerra y lo embarcaron en los dos intentos de reelección: uno exitoso en 2006 y otro en 2010 que fracasó. Un periodo de ocho años es una figura defendible que existe en varios países con regímenes presidenciales. Pero aprobar la reelección para beneficiar a quien ejerce el poder es...
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