En mi pueblo se tenía miedo al mal de ojo que podía malograr tanto la salud de un bebé, como la vida de una caballería o la cosecha de un año. Pero al incortamiento se le tenía pánico. Y no era para menos. Yo hacía tiempo que le había preguntado a mi abuela qué era eso y recuerdo que me contestó con evasivas. Al final me dijo: "cuando seas mayor, ya te lo contará tu abuelo". Naturalmente que esa contestación todavía me intrigó más: por lo visto eran cosas de mayores y además no parecía adecuado que me lo contase una mujer.
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