El cero no tiene nada de simple: en contraste con la sencillez de su manejo, es uno de los conceptos más difíciles de concebir y asimilar, una verdadera acrobacia de la mente en los más elevados niveles de abstracción. Es más: a primera vista, representar lo inexistente mediante un signo y convertir ese signo en un dígito más para hacerlo interactuar en igualdad de condiciones con los otros dígitos parece una contradicción in términis: un dígito sin dedos.
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