Mato soporta en silencio lo que considera un acoso infame. Mientras sus asesores le insisten en que dé un puñetazo sobre la mesa y salga a defenderse con detalles que ayudarían a entenderla, ella se niega. Además de que la ministra es muy consciente de sus limitaciones como comunicadora, ello significaría hablar y enfrentarse a preguntas sobre el padre de sus hijos, anatema para sus principios.
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