La Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR), a través del estado Vaticano, está regida por una monarquía teocrática vitalicia, de cuyas instancias de poder están excluidas las mujeres y los homosexuales asumidos. Ningún país civilizado debería tener relaciones diplomáticas con semejante estado despótico. La jerarquía de la ICAR señala oficialmente, con un dejo aparente de orgullo, que su iglesia "no es una democracia".
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