La mano del hombre intenta desafiar a la naturaleza con una iniciativa del gobierno egipcio para regar las zonas desérticas con agua de desecho y convertirlas en bosques, cuya superficie equivale ya al territorio de Panamá. La diferencia después de la intervención humana es dramática: en el que antes era un paisaje desértico, inhóspito y abrasador ahora hay manchas verdes cubiertas de árboles de alto valor económico como álamos, papiros y eucaliptos. Y esto gracias a las aguas residuales de 80 millones de egipcios.
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