Desde que estalló la crisis, se ha cuadruplicado el número de personas que ha tratado de estafar así a las compañías. Y cada vez hay más defraudadores que se dan de baja por invalidez cuando realmente pueden seguir con su actividad, ocultan afecciones graves o, incluso, llegan a simular su propia muerte para hacerse con la indemnización. Estas prácticas se ven favorecidas por el hecho de que estos fraudes no están mal vistos por la sociedad en general, que apoya este tipo de comportamientos delictivos.
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