Entre los colegas del ilustre físico teórico Wolfgang Pauli era una broma recurrente tratar de mantener lejos al afamado científico del equipamiento con el que se realizaban los experimentos. Se decía que su mera presencia en un laboratorio podía provocar que alguna cosa saliera mal. Si él andaba cerca la luz podía marcharse, los tubos de vacío podían comenzar de pronto a gotear, y los instrumentos se podían parar o comenzar a arrojar datos contradictorios. Este extraño fenómeno comenzó a llamársele el “Efecto Pauli”.
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