¿Te ha pasado alguna vez que después de dedicar varias horas a algún tipo de tarea o proyecto —incluso a una presentación del trabajo— te has enamorado de lo que has conseguido? ¿Te parece que esos colores que has elegido para tu PowerPoint son tan maravillosos que hay que sentarse y admirar tu genialidad? Si es así, ponte a la cola: eres la última víctima del efecto Ikea. El nombre de este fenómeno psicológico deriva del amor que millones de personas sienten hacia los muebles que ellos mismos han montado, o más bien mal montado.
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