Pese a las protestas de toda Europa y las infructuosas intercesiones del papa PabloVI, Washington asistió impertérrito, en septiembre de 1975, al fusilamiento de tres militantes del FRAP y dos de ETA, igual que no movió un dedo para impedir la ejecución del miembro del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL) Salvador Puig Antich en marzo de 1974. Eso sí, en el último año de vida de Franco, el embajador de EEUU ante la dictadura se permitió hacer una comparación siniestra entre los métodos que los verdugos aplicaron en cada caso.
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