Algo objetivamente positivo de los actuales sistemas educativos estatales es que abre la posibilidad a que individuos de diferente origen o estatus social se interrelacionen. Cuando la población infantil no estaba masivamente escolarizada, los niños jugaban y hacían pequeños grupos de afinidad. Tales grupos estaban condicionados por el barrio o pueblo en donde los niños vivían, el nivel de renta de los padres o por otras cuestiones banales como el sexo o la religión.
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