Si quieres tocarle las narices a un profesor, no hay nada mejor que sacar a colación sus “tres meses de vacaciones”. No hace falta ni siquiera añadir el clásico “¡qué bien vivís!” o la coletilla “y luego os quejáis”. Con eso suele ser más que suficiente para echar sal a una herida mucho más profunda, la del progresivo desprestigio de los profesores que tiene en esta apelación a su supuesta vaguería una de sus expresiones más extendidas.
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