Corría el año 2008. La quiebra del gigante financiero Lehman Brothers incendiaba los mercados en Estados Unidos y el humo empezaba a extenderse hacia este lado del Atlántico. El Producto Interior Bruto (PIB) español registró aquel año su última tasa interanual positiva, antes de entrar en barrena, hasta el punto de llevarse por delante más de 3,5 millones de empleos. El mercado laboral empezó a sangrar de manera preocupante, pero todavía registraba unas cifras que no alcanzamos una década después, ni de lejos.
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