A Nicomedes García se le estropeó una partida de barriles de cerveza Mahou, los destiló y obtuvo un licor que le emborrachó de éxito durante décadas. Así nació, hace ahora medio siglo, whisky DYC. Para ello se tuvo que cambiar la ley. En España estaba terminantemente prohibido destilar alcohol de cereales, puesto que sólo se podía arrancar el zumo de la uva, de la caña de azúcar o de la remolacha. Encima, el whisky se consideraba un artículo de superlujo. En 1987 DYC facturaba 6.500 millones de pesetas y alcanzaba una cuota de mercado del 46%.
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