Suena el timbre y todos los niños de la clase salen ordenadamente dirigiéndose hacia una habitación más amplia con las persianas bajadas y alfombras en el suelo. Se quitan el uniforme para quedarse en ropa interior y se colocan unas gafas de cristales tintados y gomas pensadas para fijarlas en la cabeza. Se ordenan alrededor de un aparato extraño, una especie de lámpara y la profesora le da al botón de encendido. Estamos en el Óblast de Múrmansk, en la costa boreal de la península de Kola, en algún momento de los años 80.
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