Érase una vez un cocinero llamado Walter que, gracias a sus guisos, consiguió amasar una gran fortuna. No lo hacía solo. Para ello, contaba con la ayuda de su pinche Jesse y una caravana, el lugar donde solían cocinar. Y, aunque los platos de Walter no resultaban del todo saludables, un buen grupo de fans no dudó en pagar grandes sumas de dinero por lo que salía de sus pucheros. Se volvieron locos por el color azul.
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