Son delitos especialmente crueles. Destrozan la vida de las víctimas y ni siquiera pueden demostrarlo. Se trata de mujeres que han ingerido drogas contra su voluntad y ni siquiera recuerdan si fueron violadas o no. En medios policiales lo denominan “sumisión química”, y consiste en la ingesta involuntaria de benzodiacepinas u otros fármacos que eliminan total o parcialmente la consciencia de las víctimas, convertidas sin quererlo en juguetes del agresor
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