A Pablo Iglesias le echan la culpa de casi todo, pero nadie puede negarle ese olfato infalible que le llevó a escoger de colega a Errejón y de sucesora a Díaz, un instinto de autodestrucción que repite la lección histórica de Julio César abrazando a Bruto entre puñaladas por la espalda y la de Jesucristo invitando a copas a Judas Iscariote. Es lo que pasa por ver Juego de Tronos en vez de leer a Suetonio y a Tácito. Sin embargo, no se entiende el disgusto de Podemos tras haberlos ninguneado y humillado a gusto; tras vetar a Irene Montero, a Pa
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