Hay que reconocer la suprema habilidad de “el sistema” para lograr que buena parte de la sociedad culpe a los trabajadores del metro de Madrid de sus males.Los entresijos del conflicto concreto -con el salto a la torera del convenio, con una ley de huelga preconstitucional, con unos servicios mínimos que declara ilegales la justicia dos años después, eso sí-, casi son lo de menos en lo que es más preocupante: la mirada corta, el egoísmo estúpido y la insolidaridad de mucha gente.
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