Me ha sorprendido desagradablemente que la repugnante arenga que en diciembre y en enero pasados dirigió el imán de Terrassa a unos 1.500 fieles no haya provocado la enérgica condena de las principales organizaciones de defensa de los derechos de la mujer. ¿Qué pasaría si un notable indígena catalán o español profiriese en público semejantes barbaridades? No tengo ninguna duda de que los periodistas haríamos horas extras para poder cubrir las ruedas de prensa de condena y repulsa. Pero nada de eso ha sucedido. Se ha hecho el silencio.
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