Un estudio realizado entre los años 70 y 80 encontró que entre la población soltera abundaban dos perfiles: Las mujeres muy preparadas y los hombres muy poco preparados. La conclusión fue que las mujeres buscaban para casarse hombres más preparados que ellas y que los hombres preparados preferían mujeres que les permitieran anteponer su carrera a los cuidados familiares y del hogar. Ese fenómeno se denominó la doble jornada femenina y se produjo tanto en el capitalismo como en los países socialistas.
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