Cientos de mujeres judías se encuentran “atadas” a sus esposos. Se han separado, pero el marido se niega a concederles el divorcio, como exige la ley religiosa, y no pueden volver a casarse. En ocasiones el rabinato manda a prisión a los hombres más recalcitrantes, pero estos no siempre conceden el divorcio.
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