En la vida os podéis encontrar con dos clases de animales, ¿no? Sí, claro, ya sabéis, los de sangre fría y los de sangre caliente, ¿eh? ¿A que sí? ¿EH? Pues no. En realidad estos dos términos son una manera muy burda e incompleta de clasificar unas estrategias muy interesantes con las que la evolución ha dotado a los seres vivos para que modulen su temperatura corporal de la manera más eficiente posible, según el entorno en el que viven. De hecho, la sangre de la mayoría de los animales de “sangre fría” ni siquiera está fría de verdad.
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