Granada. Las ruedas de la bicicleta se deslizan por el asfalto rojo, de color tan prohibitivo para vehículos no públicos como tentador para quienes hacen del arte del pedaleo su medio de transporte. Dos círculos perfectos, ajenos a la contaminación, ignorantes de cuánta polémica rodeó siempre al carril por el que se desplazan en silencioso movimiento.
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