“Perder este contrato hubiese sido una puñalada en el pescuezo”, estima Jesús, el actual responsable de Autobuses Carrasco, una empresa familiar de la que ya han comido tres generaciones y que se dedica a la movilidad de los empleados de Navantia, a la que facturan el 80 por ciento de su actividad. La altísima dependencia del trabajo de los astilleros tiene a toda la familia “muy mosqueada” estos últimos días.
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