De la noche a la mañana se había convertido una región de dos millones de kilómetros cuadrados y habitada por centenares de etnias en un inmenso campo de concentración de características demoníacas donde cada existencia valía menos que el plomo de la bala que la segaba. Solo existía una premisa principal en ese universo enloquecido: Conseguir la mayor cantidad posible de materias primas, con el mínimo gasto.
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