Hubo un tiempo en el que no era tan infrecuente que a la selección española o a sus deportistas individuales les pusieran'¡Qué viva España!' de Manolo Escobar en las improbables ocasiones que iban a recoger sus medallas. Suecos, canadienses o neozalandeses no podían entender cómo un pueblo tan alegre y folklórico como el español podía tener un himno tan soso...
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