Los cabecillas de la trama Gürtel sospechaban que estaban siendo investigados, pero, una vez detenidos, no todos soportaron del mismo modo el verse entre rejas. Mientras Francisco Correa se hundía hasta ser incluido en el protocolo de prevención de suicidios en la cárcel de Soto del Real, su número dos en la trama corrupta, Pablo Crespo, era capaz de ironizar sobre su encarcelamiento
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