Hay algo mágico en la amistad que la hace fascinante; tal vez sea ese lazo de hermandad absolutamente desinteresado, que carece de egoísmos a la hora de ofrecer consuelo, compañía o afecto. Que regala, además, esa extraña seguridad inalterable de saber que, aún en la ausencia, los amigos están presentes, siempre dispuestos a abrazarnos el corazón en viajes imaginarios de charlas sin principio ni fin.
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