Las sombras de corrupción y las guerras internas descabezan la Dirección General de Tráfico, justo cuando la tendencia de reducción de víctimas de los últimos doce años amenaza con romperse. En un mes han caído la directora general y una de sus subordinadas, y un funcionario de la casa ha asumido la gestión de manera provisional. El organismo que asombró a Europa con sus políticas de prevención vive sus horas más convulsas.
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