Madrid carece de un icono que la identifique en el mundo, como sucede con otras ciudades europeas, como París, Londres o Roma, reconocibles, respectivamente, a través de la Torre Eiffel, el Big Ben o el Coliseo. Además, su estrategia de promoción en los mercados de origen no es la adecuada, a pesar de las mejoras de los últimos años, y su oferta para el turista de lujo internacional no está bien estructurada.
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