Ninguno puede salir del cine pensando que acaba de ver una obra maestra, pero cumple suficientemente bien su cometido: es una cinta de verano fresca que nos procura casi dos horas de evasión de nuestra realidad veraniega, tan sofocante ella fuera del cine. La película carece de grandes expectativas (ni siquiera pretende del 3D otra cosa que efectos circenses) y eso juega a su favor, abandonamos la sala con menor decepción de la que nos dejan algunas películas más ambiciosas en sus planteamientos. No apta para ser vista sin palomitas.
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