Una de las leyes germanas al uso en toda la Europa que estuvo bajo el dominio de los visigodos, ostrogodos y godos a secas consistía en que las posesiones paternas debían ser repartidas entre todos los hijos, ley por cierto bastante sensata ya que era una putada que solo uno heredase y el resto se quedara mirando al cielo con aire de despiste. Sin embargo, los mayorazgos, o sea, la norma que hacía que la herencia se la quedara el primogénito o el varón mayor, se acabó imponiendo porque, de ese modo, el patrimonio familiar no se dividía.
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