Sarah Finch desempeñaba su jornada laboral como todos los días en un McDonald’s de Carmarthen, en Gales. Era una trabajadora excepcional, según las evaluaciones. Fue entonces cuando un compañero le pidió que fuera generosa con el chocolate en un McFlurry; ella cumplió pero su decisión provocó que la despidieran. Ahora, la justicia le ha dado la razón.
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