Una inmensa ola de colores cubre de manera espectacular este año gran parte de una de las zonas más áridas del planeta: el desierto de Atacama, en el norte de Chile, a la vez célebre y desconocido, ha florecido como nunca en las últimas dos décadas. Sobre la ladera de una montaña, cuya cumbre se pierde en la bruma, parece haber rastros nieve, pero en realidad un impresionante tapete de flores blancas se extiende hasta donde se pierde la vista. El blanco da lugar al amarillo, luego al azul, al rojo, al naranja.
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