«La primera vez que vi la roca, me llamó la atención que tiene un agujero natural por el que pasa la luz del sol. Luego me fijé que en el interior de la roca, ahuecada por la erosión, hay unos grabados y comencé a pensar si en determinadas épocas del año la luz llegaría a los grabados. El haz de luz llegaba a ellos alrededor de las dos de la tarde y después de dos años y medio de observación, de irme a Los Barruecos a la hora de comer armado de tortilla, he comprobado que la luz solo alumbra un grabado totalmente en los equinoccios.
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