"Cuando usted lea esta carta, o su hijo estará muerto o habrá llegado a Punta Arenas con los náufragos. No retornaré solo". Así remataba la carta que hace 100 años el entonces teniente Luis Pardo le enviaba a su padre cuando estaba a punto de dirigir la misión más importante de su vida. Y de las de muchos otros. Horas después se lanzaría a las intempestivas aguas antártidas para rescatar a los 22 náufragos que estaban varados en una isla tras el fracaso de la que se convirtió en la última expedición mayor de las exploraciones a la Antártida.
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