Un análisis de las momias de la XVIII dinastía arroja resultados inquietantes. Amenofis III, el abuelo de Tutankamón, no solo se excitaba al recibir azotes de la `señorita Látigo´, su `dominatrix´ según los textos antiguos. El faraón no dudó, además, en casarse con su nieta para intentar salvar un linaje al que ya tres generaciones habían degenerado con sus relaciones incestuosas. ¿Pudo Egipto caer por la pervertida vida sexual de sus reyes?
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