Trabajo como médico de familia en el barrio de Labañou (A Coruña) desde hace treinta años. Nunca, hasta ahora, me habían obligado a ejercer la profesión en condiciones tan precarias y estresantes como las de los últimos tiempos. Hubo jornadas de atender a más de sesenta pacientes en el día. Tomar decisiones clínicas contra reloj produce una sensación de incertidumbre que lleva a que muchos compañeros no la puedan soportar. Y las personas que solicitan consulta tienen que esperar, a veces, varios días para ser atendidas.
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