“En países como Italia o Alemania, los gobiernos no permiten símbolos del fascismo y nazismo, es impensable encontrarlos en una democracia, no como sucede aquí”. Lo común es que esa analogía preceda relatos sobre la Transición tratada como pura y llana traición, pero sobre todo usada como un principio de determinación causal que todo lo explica y revela, pone la luz y quita la tiniebla del pasado, el presente y el futuro de este valle de lágrimas que habitamos. Pero las comparaciones son traicioneras...
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