Eran su refugio espiritual, los mensajeros de Dios en la Tierra, seres en quienes tenían plena confianza. Como una historia de película y para sorpresa del matrimonio de Orlando Rosado y Ana Ivette Casiano, sus vidas dieron un drástico giro cuando su hija menor denunció que los sacerdotes de su parroquia cometieron actos lascivos contra ella.
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