Tara Fitzgerald, una norteamericana de 48 años, no pudo siquiera imaginar la delicada situación en la que estaba a punto de verse abocada, y todo por un pequeño desliz de carácter erótico. Esta ciudadana de la ciudad californiana de Sacramento había posado desnuda para su novio, almacenando las fotos en el ordenador de la casa, que compartía con su hijo de catorce años. Como quiera que Fitzgerald no era muy habilidosa con los ordenadores, y temerosa de que su hijo diera con estas comprometedoras fotos, decidió contactar con el fabricante.
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