El paso de Eduardo Zaplana y Francisco Camps por la presidencia de la Generalitat es ya historia para los valencianos, pero no así las consecuencias de sus ensoñaciones de grandeza. Los dos dirigentes populares quisieron convertir el País Valenciano en tierra de oportunidades y en líder mundial y terminaron por esquilmar las arcas autonómicas. Sus dislates aún repercuten en los sufridos ciudadanos por cuanto los proyectos megalómanos que levantaron les cuestan cada mes al Consell quince millones de euros.
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