En su forma más básica, la naturaleza humana es bastante simple: buscamos lo agradable y evitamos lo desagradable. Por esta razón, desde niños nos enseñan a renegar de las emociones incómodas —que solemos expresar llorando—, puesto que no son plato de buen gusto. Asimismo, vivimos en una sociedad que idolatra el ideal de la felicidad perpetua y rechaza las emociones incómodas y la vulnerabilidad.
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