María fue la última inquilina en abandonar el edificio de la calle General Castaños, 3. Asistida por un abogado, resistió las obras que convirtieron su casa "en un queso Gruyerè", como lo definió ella misma. Agujeros en techo y suelo de su casa, cortes de agua y de luz, ascensor inutilizado... Todo eso se encontró a la vuelta de vacaciones en 2016. "Cuando volví del verano me lo encontré absolutamente destrozado para que no pudiera vivir. Espantoso. No había ascensor, no había luz hasta las 20:00 horas de la noche... Era espantonso”.
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