Lo que sucede es que "el cigarrillo disminuye el apetito por un efecto que produce la nicotina en el cerebro; entonces, cuando se deja, el apetito puede aumentar". También hay otra explicación teniendo en cuenta que la boca ya no sabe a tabaco: "Al no fumar, se mejoran el sentido del gusto y el del olfato; obviamente, las comidas se hacen más apetitosas y más sabrosas y dan más ganas de comer".
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