Jóvenes infieles, que nos leéis agazapados con la cara iluminada por el brillo de vuestros monitores. Quizás ahora os parezca lo más normal del mundo encender el ordenador y acceder a toda la información que vuestras inquietas neuronas sean capaces de asimilar, pero cuando vuestros mayores eran jóvenes, Internet no estaba al alcance de todo el mundo. Antes nos comprábamos revistas de videojuegos, que tenían una publicación mensual.
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